El periodista Jordi Basté, considera en un artículo en La Vanguardia que "Pablo Hasel ha sido el contenedor de las frustraciones de mucho joven encerrado en casa durante un año sin salida laboral ni festiva y sin que nadie piense en ellos".
"Se inicia con un Código Penal anticuado que protege el delito y castiga la palabra. Las protestas han empezado por la defensa de la libertad de expresión usando por bandera un rapero al que seguían cuatro en Twitter y escuchaban veinte en YouTube, donde vomitaba barbaridades. Por muchas reiteraciones que hiciera, eso no es suficiente motivo para encerrarlo", apunta.
"Hay que cambiar la ley y, en todo caso, que personajes como Hasél se vean obligados a versionar a Camilo Sesto antes que a rapear. Así dejará de activar bombas para Patxi López , no pegará a un periodista de TV3 o no pretenderá clavar una pica en la cabeza de José Bono... Porque ahí empieza todo: con la injusta justicia legal y con la injusta injusticia social, pero también con la necesaria defensa de las heces diciendo, sin pudor, que huelen a mierda. Porque si no, el alud se vuelve imparable hasta un final donde se defiende a saqueadores y lanzadores de piedras convirtiendo Barcelona en el Bronx de los ochenta", añade.
"Y entonces hacemos sociología sobre los violentos. Que si son antisistema, independentistas, infiltrados o quinquis. El problema real es que unos cuantos habituales eclipsan un malestar social por una judicializada libertad de expresión convertida en un contenedor pestilente situado en medio de nuestra sociedad", concluye.